lunes, 21 de mayo de 2012

Destino


No sé lo que quiero escribir, solo he cogido mi libreta y un lápiz porque me apetece pensar. En mí, en el destino, en las vueltas que da la vida y en las personas que se te cruzan en el camino. En lo raro que se vuelve todo a veces, incluso en un día que pintaba de lo más corriente. En las personas que se van por qué no tuvieron el valor de pegarte cuatro gritos o aguantar los cuatro gritos que tú tenias que pegarles y prefirieron dejarse ir sin más, también pienso en las personas que de alguna manera reemplazan a esas otras personas, y digo de alguna manera porque nadie puede ocupar el lugar de otra persona en tu vida, cada persona es única y especial (y alejaros de cualquiera que no os haga sentir así) tienes una pareja, y luego otra, y luego otra, les quieres mas, o menos, o directamente no les quieres, nadie es mejor o peor que el anterior(salvando obviedades) , son distintos, y como tal actúan de distinta manera.

He estado pensando también en las personas que se van, en la idea que tenemos del vacío que nos dejan dentro, y he llegado a la conclusión de que lo que duele no es el vacio de cuando se van, si no el pedazo de ellos que se queda dentro de nosotros.

Al final, sin darnos cuenta, pasamos de ser nosotros, a ser alguien conformado de pequeños pedacitos de otros alguien, te acabas riendo como X, teniendo la muletilla de la que tanto te burlabas de Y, o añorando los lunares de M hasta tal punto que empiezan a aparecerte lunares a ti.

Y que haces? Sigues con tu vida, esperando nuevas Xs, Ms e Ys que formen mas pedacitos de ti, para seguir creciendo, para dejar de sufrir por los huecos.

Yo últimamente he encontrado nuevas letras que no cambiaría por nada.

miércoles, 16 de mayo de 2012

Cuarenta y cuatro atardeceres con solo mirarte.

Llegó un día que podía ver los atardeceres con solo mirarle, con encontrar su sonrisa entre las sábanas, un día que dejé que entrara su luz por todos los recovecos de mi almohada y sus suspiros se entremezclaban con mis dedos y sus gemidos atravesaban mi piel.
Y desde entonces, siempre sonrío al atardecer.