jueves, 9 de agosto de 2012

Maquillaje

Resulta curioso la cantidad de veces que nos ocultamos de nosotros mismos , intentando engañarnos, haciéndonos creer que en realidad nos escondemos de los demás.
Que si te pones las gafa de sol es para que no se te vean las ojeras, cuando lo que escondes es la vergüenza por aquel polvo de cinco de la mañana con el que despertaste ayer.
Te maquillas, y escondes tus inseguridades, te enfundas los cascos del Ipod y enchufas la música a todo volumen para no reprocharte aquello que hiciste hace unos días, quizá unos meses, y que aun no te puedes perdonar.
Y te gastas cincuenta Euros en una manicura y un peinado que solo enmascara tus miedos, y te tiñes el pelo, oh si, por qué no te lo cortas? Así nadie reconocerá a la chica del corazón roto que eres.
Sabes que duele, que incluso dolería menos si dejase de latir, pero aun así pensamos que cortarnos el pelo puede cambiar algo, que con el cabello que cae dejará de pesarnos nuestro pasado, que dejaremos de buscarle en otras caras u otros labios, o que ya no nos despertará mas el recuerdo de su olor en la almohada.
Y te despiertas, como de estos sueños tan reales en los que caes y caes al vacío, y aun así, apagas el puto despertador dispuesta un día más a comerte el mundo y entonces, miras al otro lado de la cama y te das cuenta que lo único que sigues queriendo comerte cada mañana es a él y recuerdas por qué siempre vas maquillada y nunca se te olvidan las gafas de sol al salir de casa.

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