viernes, 25 de marzo de 2011

Tacones en heridas abiertas

Tiempos de espera en los que no se ve la luz al fondo, con gritos ahogados en silencios, atrapados en tu garganta, creyendo que lo sabes todo, pero sin entender nada, y rezándole a un Dios en el que no crees, para que alguien le abra los ojos, para que todo haya sido una pesadilla, de las que te levantas empapado en sudor, como cuando le hacías el amor a ella todas las noches.

Sueñas con un pellizco que te despierte, y no llega, y sigues cayendo, flotando en un mar de dudas, en el que otras mujeres, al igual que el agua salada, no sacian tu sed.

Ese mismo mar que has llenado con tus lágrimas, con el sonido de sus tacones alejándose, con el susurro de su voz acariciándote por las mañanas.

Y los minutos se hacen horas, y las horas, días y al calendario se le caen las hojas, tristes, sin ella. La luna pasa de ser redonda y brillante, a desaparecer, pues los cuartos, menguante y creciente, te recuerdan a su sonrisa, y ya no los miras.

Incluso, hay días, que hasta te parece que las estrellas se burlan de ti, dibujando su cuerpo desnudo en una noche estrellada, que sin darte cuenta, miraras junto a otros ojos, junto a otro nombre, y otra cara, sin recordar, que un día, hace tiempo, alguien te clavó sus tacones en el alma.

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